Devolver a Heidi Sánchez a Cuba, después de separarla de su hija, es una brutalidad.

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Mayo 8, 2025 – REDACCIÓN DE TRINCHERA

La historia de la madre cubana deportada a Cuba, después de separarla de su hija, refleja una incompetencia inhumana que no es la moral imperante en el pueblo estadounidense. Heidy Sánche es su nombre y su hija de 17 meses solo pide a su madre que «vuelva o que venga».

Qué explicación pueden dar los agentes migratorios ante esta torpe, injusta y brutal decisión. Tanto los cubanos desterrados, como el pueblo estadounidense, merecen una explicación.

La madre cubana cuenta que la llevaron esposada a una celda, donde le dijo a un agente: «¿Qué necesidad tienes de esposarme» Si ya me estás quitando mi vida, ya me estás matando, me estás separando de lo que más yo quiero en el mundo, que es mi hija». La niña de 17 meses y ciudadana de Estados Unidos quedó al cuidado de su padre.

Solo el diablo si está vivo y cerca puede entender esta brutalidad.

Su abogada, Claudia Cañizares, denuncia que el procedimiento estuvo plagado de irregularidades: «Sánchez no tiene antecedentes penales, y fue tratada como si fuera una criminal peligrosa». Según su alegato, la madre jamás recibió la opción legal de ser deportada junto con su hija, como estipulan los protocolos migratorios en situaciones familiares.  

El caso ha provocado también una respuesta del Departamento de Seguridad Nacional. Su portavoz, Tricia McLaughlin, negó cualquier error y sostuvo que fue la propia Sánchez quien solicitó regresar a Cuba « sin su hija», dejándola en manos «de un pariente». La portavoz añadió: «Nos tomamos en serio la responsabilidad de proteger a los niños y seguiremos trabajando con las autoridades para asegurarnos de que los menores estén seguros y protegidos». 

Pero la versión oficial dista mucho de lo que Sánchez recuerda. La cubana llegó a EE UU en 2019 cruzando por Laredo, Texas, y fue admitida bajo supervisión, con la obligación de reportarse periódicamente ante las oficinas de ICE (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas). Inicialmente debía hacerlo una vez al año, pero con el cambio de Administración las citas pasaron a ser mensuales. 

«Yo no tuve opción. No me dijeron nada, solo que la decisión ya estaba tomada».

«Yo estaba cumpliendo con todo. Pero en abril decidí adelantar la cita porque sentía que algo no iba bien». Cuando llegó a la oficina de ICE, le dijeron: «No importa lo que hagas, la decisión ya está tomada. Te vas». Sánchez relata que el agente de ICE en Tampa se limitó a decirle que llamara a su esposo para que recogiera a la niña. «Yo no tuve opción. No me dijeron nada, solo que la decisión ya estaba tomada», contó. 

En medio del desconcierto y el miedo, apenas logró hacer una breve llamada al padre de la menor. «¿Te dieron a la niña?», fue la primera pregunta que él le hizo al atender, preocupado por el destino de la pequeña, quien además sufre episodios epilépticos. 

Pasó entonces 48 horas siendo trasladada de un centro de detención a otro, sin acceso a su hija ni a una defensa adecuada, hasta abordar el avión que la devolvió a Cuba. «Me dejaron cambiarme de ropa solo para ponerme el uniforme gris del centro. No soy criminal, pero así me trataron». 

Durante esos días oscuros, Sánchez encontró un momento de consuelo junto a otras dos madres —una cubana y una hondureña— que también serían deportadas. « Nos abrazamos como si fuéramos hermanas. Ninguna entendía por qué nos separaban de nuestros hijos. Lo único que hicimos fue buscar una vida mejor para ellos», recordó con la voz quebrada. 

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