Dame una fe sencilla…

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Por: Sor Nadieska Almeida, HC
30 de enero de 2025


«Dame una fe sencilla que no le da espacio a la mentira, que no logra acomodarse a la injusticia y no calla lo que sabe que da vida…» Es un fragmento de un canto que escuché en misa hace unos días y que le dio un vuelco al corazón, recogiendo de alguna manera esa lucha interna que me acompaña, y que estoy segura que también acompaña a tantos.


Vivimos un momento tan doloroso y complicado como país, que cualquier expresión puede llegar a causar malestar y ser juzgada. Aun así, escribo desde la libertad de mi conciencia, desde la verdad profunda que me habita, desde un grito que clama por tantos
que creo que no podemos dejar atrás.


Nos alegramos con la proclamación del Año Jubilar. Para los creyentes es una gran renovación en la
vivencia de nuestra fe si esa celebración de verdad implica compromiso con la caridad y la justicia, desde adentro hacia afuera, desde lo personal hasta lo comunitario. Es por eso que el santo Padre, como sus antecesores, hace peticiones concretas que lleven al mundo a un cambio profundo y real, a fin de que la humanidad toda pueda volver a casa, a su origen, a su centro que es, en definitiva, recuperar la imagen de Dios que llevamos dentro, la esencia divina que nos distingue del resto de los seres vivientes. Sin embargo, a veces nosotros los humanos, los seres capaces de pensar, nos
quedamos a medias o simplemente asumimos tibiamente lo que pudiera ser una buena oportunidad
para todos. Me refiero específica y especialmente a la petición de LIBERTAD para los presos
políticos, quienes han sido condenados injustamente. 


En medio de la alegría que causa que puedan regresar con sus familias, indigna saber que no
son todos, y tampoco son libres. Se les está excarcelando con libertad condicional. Sorprende la
arbitrariedad con la que han decidido a quién excarcelan y a quién no. La justicia tiene que ser para
todos, no se puede seguir cargando con tanto dolor, el llanto de tantas madres tiene que cesar. Los
queremos a todos de vuelta, con sus familias y sin condiciones; es su derecho poder vivir sin ser
amenazados, sin miedo, libres. 


No es ni será un delito pensar, querer y optar por un modo diferente de vivir. Y pensarlo serenamente
en clave de un Año Jubilar nos lleva a buscar opciones concretas, de manera especial hacia
quienes sufren en su carne la injusticia. Esa es una de las propuestas para vivir el Jubileo y es abierta
para todos. Atrevámonos como nación a no acomodarnos ante la injusticia. Atrevámonos a vivir
con coherencia, a decir las cosas respetuosamente y como son. Acerquémonos a los familiares de los que continúan presos y que están siendo dejados atrás.


Hagamos eco de sus nombres. Pidamos para todos el respeto de nuestros derechos y comprometámonos a vivir con la dignidad con la que hemos sido bendecidos desde la creación del mundo.

Pidamos una fe sencilla que nos lleve al compromiso con los que hoy se sienten más abandonados, que
nos haga caminar en la búsqueda del bien, aunque sintamos miedo. Una fe que devuelva en este Año
Jubilar la esperanza, la alegría y la bendición de permanecer juntos para que volvamos a ser una
nación respetuosa de sus valores, de sus símbolos patrios, de su identidad. Que volvamos a ser una
nación que se vuelva a Dios y deposite en Él su confianza como lo hicieron muchos de nuestros
próceres.

Pidamos al Maestro de Nazaret que fortalezca nuestra fe para vivir con compromiso el Evangelio y
hacer vida los valores del Reino, y que sea posible la justicia, la solidaridad, la paz, la libertad. Que la
alegría propia del Jubileo pueda llegar a quienes continúan sufriendo condenas injustas. Que su dolor
sea nuestro y que nuestra voz logre darle voz a ellos p ra que vuelvan a estar entre nosotros, porque es su derecho. Los estamos esperando de vuelta a casa.

Así lo pido cotidianamente.

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